lunes, 1 de febrero de 2016

Simplemente, febrero

Hay veces que los días pasan volando y ni siquiera nos damos cuenta. El 2016 ha entrado con fuerza y lleno de ganas por todo lo que viene. Enero se ha ido en un abrir y cerrar de ojos y hoy doy la bienvenida a mi querido febrero. Un mes con muchos días especiales en el calendario y muy importante para mí.

Un mes lleno de celebraciones y momentos únicos... ¡y este año un poco más si cabe! Y es que la semana que viene Nómadas en la Noche y yo cumplimos años. Estoy preparando muchas sorpresas y novedades por aquí y espero que os gusten. Después de dos años, un pequeño cambio de aires siempre viene bien y este rincón tan mío en el que comparto tanto con todos vosotros, mis queridos Nómadas, vendrá cargado de nuevas emociones en su segundo aniversario.

Por mi parte, dejar la veintena es algo que me está dando mucho que pensar... Es increíble lo rápido que se me han pasado estos años. Todo lo que he hecho en esta última década y cómo ha cambiado mi vida. Estos diez años, de los veinte a los treinta, en los que he tomado decisiones muy importantes que han dado giros inesperados, en los que he conocido personas que ahora son parte de mi familia, en los que he viajado por todo el mundo, en los que he vivido en el extranjero, en los que me he independizado, en los que he hecho realidad muchos de mis grandes sueños... ¡Simplemente me quedo sin palabras! Siempre me ha encantado cumplir años, y estoy segura que este paso a la treintena me va a traer mejores cosas aun y lo espero todo con mucha emoción y unas ganas infinitas.

Después de un enero loco y primaveral, lleno de reencuentros con mi familia madrileña y paseos acompañados de mimosas por esta maravillosa ciudad, tenía muchas ganas de reunirme con vosotros. Un mes que ha estado lleno de letras y momentos geniales. Hace un par de semanas pude disfrutar de una fantástica entrevista para la revista digital La estación central en la que hablé, junto a Fernando de la Calle y Pau Albert, de The Edgar Allan Poets y de nuestros proyectos profesionales.

También he tenido la suerte de escribir junto a escritores que admiro muchísimo, como mi querida amiga Rita Turza, con la cual compuse una poesía que ella a publicado en su blog Cosas que siento. Os invito a pasear entre sus versos porque son una delicia.

Pero ahí no han quedado los intercambios de letras. Y es que he tenido el placer de escribir un poema maravilloso con el genial Diego Huacho (concursante de la segunda edicición de The Edgar Allan Poets) para el reto de esta semana del concurso.
Cuando coincides en el camino con personas como Diego todo es muy fácil y los versos fluyeron desde el primer momento. A los dos nos encanta el otoño, así que ese fue nuestro tema elegido para hacer volar nuestras letras y hoy quería compartir con vosotros el resultado de nuestra primera poesía juntos (porque estoy segura que habrá más)
Nuestro escrito surgió de uno de sus maravillosos microcuentos, que podéis leer en su blog Siempre es otoño, y el título que elegimos fue Siempre quiso ser abril. 

Espero que os guste y que lo disfrutéis tanto como nosotros hemos disfrutado escribiéndolo. Así doy la bienvenida a mi querido febrero... Entre letras, buena compañía, un cielo azul acompañando el día y muchas novedades a la vuelta de la esquina.
Gracias por estar ahí siempre y por hacer volar mis pensamientos muy lejos, sin vosotros nada de esto sería posible y yo no puedo estar más agradecida!! :))
Que tengáis un maravillo comienzo de semana y un feliz principio de mes... Simplemente, febrero, es un motivo para sonreír. B[v]E[r]SOS & abrazos infinitos... Let´s smile!!


SIEMPRE QUISO SER ABRIL

Desde aquel día, siempre vestía de otoño.
La suerte cambió sus vestidos de flores
por abrazos que nunca curaban el frío.
Por abrigos que sólo pesaban
sobre su sombra cuarteada.

Saltaba de charco en charco
y le salpicaba en las piernas el miedo.
Las tormentas, que un día agitaron sus sueños,
robaban la calma perdida a un calendario atrasado.

Miraba las puestas de sol apagada(s)
porque con cada atardecer
se alimentaba el rubor su mirada.
Buscaba en el hemisferio más cálido,
un fuego que no le quemara
y se cruzaba con sonrisas
convertidas en cenizas.

Le crujieron las hojas en las pestañas
y se le rompieron los suspiros en el pecho.
Una sensación rasgaba el corazón de su rutina.
La sensación de las ramas que se estiran,
como los huesos bajo la piel de los que sueñan,
para alargarse un poco más en primavera.

Aunque ella sólo se sentía caer y caer,
movida por un viento que agitaba fuerte sus tormentos
y los hacía volar.

Volar alto… Pero sin rumbo.

Convirtiendo caricias perdidas
en un huracán de recuerdos.
Recuerdos que quería olvidar,
dejándose llevar
hasta donde llegase su (lo)cura.

Contaba las horas para el próximo solsticio de su suerte,
y vagando por las estepas de un invierno malhumorado
se imaginaba surcando un cielo estrellado de preguntas.

Sus trópicos, delineados por su cuello y sus caderas,
guardaban la plenitud de un octubre hecha mujer.
Se había cansado de querer con la latitud equivocada.
De ver marchitar margaritas por un “sí” que nunca llega…

Estaba harta de hacer crujir las hojas,
que se (des)armaban a su paso.
Recordándole una y otra vez
que no era de nadie, que estaba igual de rota.
Porque ella sí quería tener algo a lo que aferrarse.

Quería confiar que ser caduca
no era más que una estación pasajera.
Que detrás de cada pétalo
no había sólo un “no”.

Y ya no quiso (re)leer ningún mapa
que le mostrase sus lágrimas navegando
en los puntos cardinales del (des)tiempo.

Que caminar perdida entre equinoccio y equinoccio,
era un viaje que no pintaría su fin.
Y es que, a pesar de la lluvia,
ella, siempre quiso ser abril.



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