lunes, 3 de marzo de 2014

El Reencuentro...

Hay veces que hay que arriesgarlo todo para ganar un poco. Que nos la jugamos sin pensarlo en una mano esperando que nuestras cartas sean las afortunadas. Porque hay veces que hay que dejarse llevar por la corriente y no pensar en las consecuencias...

Y yo, mis queridos nómadas, siempre prefiero arrepentirme de las cosas que hago y no quedarme con la duda de que habría pasado en caso de que... 

La vida es muy corta y no está hecha para los cobardes. Cada día estoy más segura de que quien no arriesga no gana. Querer es poder y aunque por supuesto haya cosas o situaciones difíciles, definitivamente no hay nada imposible.

Cualquier día de la semana es bueno para soñar... Y lo más importante amigos es que cualquier momento es perfecto para hacer vuestros sueños realidad.

Hoy os dejo con una historia para que soñéis dormidos y despiertos, porque hay reencuentros que son eternos y quizá se pasen toda la vida sin llegar si no damos ese paso al frente...

No olvidéis coser cada día vuestros sueños despiertos para que no se os escapen mientras dormís... 

Let´s dream!



El Reencuentro


Cerró los ojos antes del aterrizaje del avión. Un poco más y... Tierra. El vuelo había sido largo. Su cámara al hombro, inseparable de ella. Ya no sentía miedo, de un modo u otro estaba donde quería estar. Se sintió orgullosa de haberse decidido. 

Se conocieron estudiando fotografía y sus caminos se separaron. Ella fue a Nueva York y él marchó a África. Tres años desde entonces en los que había crecido en todos los aspectos posibles.
Por eso estaba allí. Su última postal la hizo decidirse. Tomó aire y miró a un lado y a otro.

Sabía que todo era muy diferente allí. Estaba nerviosa, garganta seca y manos temblorosas. Él aun no sabía que ella estaba allí. No le había dicho nada. Siempre se dejaba llevar por sus impulsos. Virtud y defecto. Así era ella.

Mezcla de colores, olores, ambientes... Estaba fascinada! Solo esperaba que el destino jugase a su favor. Que todo aquello no fuese en vano. Necesitaba volver a sentir sus abrazos, sus caricias, sus sonrisas, sus besos... Esos besos...
Pasear con él por el lago Victoria, recorrer el Nilo. Ver elefantes, rinocerontes, cebras, jirafas... Disfrutar cada atardecer lleno de tantos colores perdiéndose en el horizonte, conocer las diferentes costumbres.
Ver y respirar ese sol cálido y penetrante en contraste con las noches frías y llenas de estrellas.

Perderse en él y con él... Como tantas veces había imaginado.

Llegó a su casa, una zona tranquila en colores marrones y blancos que le recordaba a las arenas del Valle de los Reyes, como en las novelas de Théophile Gautier que tanto le gustaba leer.
Se paró frente a la puerta dispuesta a llamar. Respiró y un escalofrío recorrió su cuerpo.


Abrió los ojos. Estaba en su cama. Todo había sido un sueño...




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