sábado, 5 de julio de 2014

La hucha de los deseos

Hay veces que a algunas personas se les olvida cuando eran niños. Se les olvida esa ilusión, esa inocencia, esos nervios cuando se acerca un gran día, ese don para creer que todo es posible y que la vida es un lugar maravilloso.

Hoy para mí es un día muy especial. Hoy se casa una de mis mejores amigas, y tengo la suerte de poder estar aquí en España para compartir este gran momento con ella. Su historia es tan bonita que, en otra ocasión, dedicaré un relato para compartirla con vosotros.

Este es el primer post que escribo desde mi oasis mediterráneo, desde mi Elche querido. Después de una semana loca de un sitio a otro e intentando adaptarme al calor y los días en España, esta mañana he podido sentarme para terminar este cuento que tenía a medio escribir. 

Desde hace un tiempo, escribo pequeños cuentos, más enfocados a niños que a mayores. Este que os dejo hoy, mis queridos Nómadas, es el primero que voy a compartir con vosotros, y espero que vosotros hagáis que llegue a vuestros pequeños.

El verano era una de mis estaciones favoritas cuando era pequeña: días largos, vacaciones, playa, piscina, helados, juegos... Y mucho tiempo para disfrutar con mi familia. 
Tengo muy buenos recuerdos de todos los veranos de mi infancia. Y seguro que si vosotros os paráis durante un momento, también conseguiréis que broten en vuestra memoria.

Espero que vuestro verano haya comenzado estupendamente y disfrutéis todos y cada uno de los días entre risas, amor, familiares y amistades. 

Yo estaré aquí, al otro lado, acompañándoos con mis historias y estaré encantada de que estáis ahí leyendo. Ya sea desde la playa, la piscina, el campo, vuestra casa o cualquier parte del mundo si tenéis la suerte de viajar.

Espero que paséis un precioso fin de semana y que disfrutéis cada momento como si fuese el último!

Que vuestros sueños sean siempre, como mínimo, tan grandes como vosotros! Let´s Dream!!


LA HUCHA DE LOS DESEOS


Pablo estaba en su habitación de juegos dentro de una tienda de campaña con la linterna encendida y el libro entre las manos. 
Le encantaba leer. Y pasaba horas y horas leyendo en su tiempo libre. Sus compañeros de clase pensaban que era un bicho raro… Pero a él le daba igual. 
Hacía unos días, Lucía, la enfermera que iba a cuidar a su madre, le había regalado “El Principito” y estaba encantado descubriendo el libro. 

Su padre contrató a Lucía hacía ya un mes, al empezar la primavera. Su madre había tenido un accidente y no estaba en su mejor momento…

A Pablo le gustaba Lucía, y se divertía mucho con ella. Conseguía que todos esos días raros fuesen un poco alegres. Pero no le gustaba ver a su madre tan triste, tan rara, tan poco ella… Había perdido su sonrisa mágica que tanto le gustaba y casi no tenía fuerza para nada.

Ellos solían jugar mucho juntos. Su madre siempre inventaba juegos diferentes, divertidos y muy bonitos. Sabía que su madre era especial, y que como ella, no había muchas más.

Pero quería que todo volviese a ser como antes, o por lo menos, lo más parecido posible. 
Muchas veces se preguntaba cuánto tiempo duraría todo aquello… 

Quería volver a jugar al juego de los deseos. Pero desde que su madre estaba así, no había podido jugar, porque el juego ya no funcionaba igual.

Solían jugar cada noche, siempre antes de dormir. Los dos pedían un deseo y lo dejaban debajo de la almohada, su madre siempre le decía que tenían que ser deseos pequeños para que se hiciesen realidad al día siguiente. Porque sino, cuanto mayor era el deseo, mayor era el tiempo que tardaba en hacerse realidad. 

Pablo no sabía cómo, pero al día siguiente el deseo siempre se cumplía. Cada día era emocionante para él. 

Aquella tarde, cuando el autobús del cole lo dejó en casa, Pablo llegó muy triste. 
Los niños, a veces, pueden ser muy crueles. Quizá, no conscientemente, pero sin darse cuenta, dicen cosas sin saber la importancia que tienen y lo serias que pueden llegar a ser. 
Ese día en la escuela, unos niños de su clase le dijeron que su madre se iba a morir. 
Pablo se enfadó tanto que lloró durante todo el día. 

Cuando llegó a su casa, Lucía le había preparado la merienda y lo esperaba con una sonrisa. Pero él llegaba con cara de cerilla y sin ganas de nada. Lucía se sorprendió mucho y enseguida le preguntó que qué era lo que había pasado. 

- Me gustaría que mamá estuviera bien y poder seguir jugando al juego de los deseos, porque pediría que esos niños se fueran de clase, y aunque tardase en cumplirse me daría igual. 
- ¿Y qué juego tan chulo es ese?- le preguntó Lucía. 

Después de que Pablo le contase todo, a Lucía se le ocurrió una idea. 

- Tú y yo vamos a inventar un juego aún mejor! Vamos a seguir pidiendo deseos, pero ahora lo que vamos a hacer es meter todos los deseos que pidamos en una hucha. 
- ¿En una hucha? Pero las huchas son para ahorrar dinero - interrumpió Pablo. 
- ¡Claro! El resto de huchas sí… Pero la nuestra no. Todas las demás son para meter dinero, y al final, todas acaban siendo iguales y no tienen nada de especial, porque el dinero no puede darte cosas tan bonitas y especiales como un deseo que se haga realidad. La nuestra será mágica. Dentro de ella solo habrá deseos, así no se podrán escapar y cuando mamá se ponga buena podréis hacerlos realidad juntos. 

A Pablo le pareció una idea genial. Enseguida cogió una hucha que tenía en su habitación y se puso a decorarla con dibujos y recortables, poniendo con letras muy grandes: 

“LA HUCHA DE LOS DESEOS” 

No quiso decirle nada a sus padres y le pidió a Lucía que tampoco dijese nada, así sería una sorpresa y cuando su madre estuviera mejor podrían abrirla y hacer todos los deseos realidad. Pero uno detrás de otro, porque todos a la vez serían muchos. 

La primavera avanzaba dando paso a un verano verde, azul y soleado. El pequeño Pablo se esforzó mucho en sacar buenas notas y que sus papás estuvieran contentos. Cada día, desde que puso la hucha de los deseos, antes de dormir metía un nuevo deseo. Lucía siempre le preguntaba, y él siempre decía: 

- Estoy pidiendo deseos tan grandes, que cada día pesa más- Y reían juntos sin parar. 

- Sigue metiendo deseos y no te rindas, porque aunque sean muy grandes, al final se harán realidad. Está bien tener deseos pequeños que se puedan ir cumpliendo en el día a día. Pero cuando más grande sea un deseo, mayor es la ilusión por conseguir que se cumpla. Mi abuelo y yo solíamos ir a la playa a ver las “lágrimas de San Lorenzo”. Durante unas noches en agosto hay una lluvia de estrellas fugaces y parece que el cielo llore, mi abuelo pensaba que lloraba de felicidad. Él siempre me decía que tenía que pedir deseos y que los deseos que pidiera, tenían que ser, como mínimo, tan grandes como yo.- Lucía siempre se emocionaba al recordar los momentos vividos con su abuelo, Pablo la escuchaba con mucha atención, le encantaban sus historias. 

Llegaron las vacaciones y Pablo se fue unos días al campo de sus primos. No quería irse de casa, pero todos pensaron que era lo mejor para él. Por supuesto, lo primero que metió en su macuto, fue la hucha. 

Los días en el campo pasaron rápido entre risas, juegos en la casa del árbol, baños en la piscina, guerras de globos y pistolas de agua y meriendas en el porche. 

Pablo llegó con ganas de ver a sus padres para contarles todo, y a Lucía para decirle que ya no cabían más deseos, pues la hucha estaba llena. 

Cuando el pequeño entró por la puerta, no podía creer lo que estaba viendo… ¡¡Su mamá estaba en la cocina preparando ella misma la merienda!! 

Se abrazaron, lloraron, rieron y se dieron tantos besos que hasta se le quedaron marcas en las mejillas. Pablo abrazó también muy fuerte a su padre y a Lucía, dándole las gracias una y otra vez por haber cuidado a su mamá y haber conseguido que se recuperara. 
Le explicaron que ella todavía estaba delicada, pero fuera de peligro y podía empezar a hacer vida normal. 

Entre risas y emociones, Pablo sacó la hucha para contarles todo a sus padres y decirle a su querida Lucía que estaba llena de deseos. 

- Mamá cuando estabas malita, Lucía y yo hicimos un juego parecido al nuestro, pero metiendo los deseos en una hucha. La hucha está completa de deseos y ahora sé que se pueden pedir grandes deseos, solo tienes que concentrarte solo en uno y no rendirte para conseguirlo. 

Su madre lo abrazó tan fuerte como pudo y lloró de emoción durante mucho rato. Cuando abrieron la hucha y fueron abriendo todos y cada uno de los papelitos con los deseos, en todos se podía leer: 

“DESEO QUE MI MAMÁ SE PONGA BUENA”

10 comentarios:

  1. Precioso y emotivo cuento. Escribir cerca del mar te sienta de lujo.
    Welcome.

    Besos.

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    1. Mil gracias siempre Rita!! Eres un sol!! Y ya sabes... En casa se está mejor que en ningún sitio... :))

      Un beso!

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    1. Muchísimas gracias por tus bonitas palabras! Un abrazo :))

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  3. Desde luego no hay mayor tesoro que la salud , en especial la de los que más queremos . Bonita manera de explicarlo !

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  4. Así es... Cuánta razón tienes!
    Muchas gracias! Un saludo y feliz día :))

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  5. Tener una hucha es contar con un lugar donde guardar poco a poco una infinita cantidad de ilusión :)

    Precioso cuento!

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  6. Ilusión es lo que tu transmites! :))

    Muchas gracias... Siempre!!

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  7. No me he podido resistir a buscarlo asi que ya leido te digo que me emocionadl haciendolo. :)

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    1. Muchas gracias bonitaaa!! Que ilusión y que bien que te haya gustado!! Me alegro mucho!! :))

      Gracias!!! <3

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