lunes, 21 de julio de 2014

Castillos de arena II

Hay veces que aparece en el camino gente tan especial y maravillosa que no te lo terminas de creer. 

Podemos pensar que hay gente que aparece por casualidad, pero yo sé que hay gente que llega a nuestras vidas porque, de un modo u otro, tenía que llegar. 

Personas que aparecen llenando todo de aire fresco. Cargadas de amor, ilusiones, risas, nuevas ideas y emociones... Personas con luz propia que brillan allá donde vayan. 

Hace una semana, mis queridos Nómadas, os dejé la primera parte de un cuento sobre una niña que está cerca de dejar de serlo. Una niña que se encuentra con alguien en un momento clave de su vida y le hace ver lo importante que es valorar y disfrutar cada etapa de la vida. 

Hoy, os dejo el desenlace de este relato en forma de cuento. Para que lo disfrutéis con ilusión durante estas tardes de verano tan maravillosas. Para que no os olvidéis de la importancia que tiene vivir al máximo cada momento. 
Porque cada instante es único y especial, y por desgracia, hay veces que se nos olvida. 

Espero que hayáis pasado un gran fin de semana y empecéis con fuerza y alegría una nueva semana cargada de instantes bonitos, que de vosotros depende hacer únicos y especiales.

Siempre daros las gracias a tod@s y cada uno de vosotros, que estáis ahí, desde diferentes partes del mundo, leyendo lo que escribo... Sois maravillosos!! 

¿Qué sería de nosotros en un mundo sin letras? No puedo ni imaginarlo... 
Tendríamos que inventarlo!! Let´s imagine!! ;))




CASTILLOS DE ARENA
(Segunda Parte)


Los padres de la niña la abrazaron y le dijeron que no pasaba nada, que seguro que lo había visto en otro sitio o que el chico se había tenido que ir. No sabían qué decirle y la veían tan triste que intentaron animarla como podían.

Pero ella sabía que no. Estaba segura de lo que había visto y que era imposible que hubiera desaparecido así como así. Limpiaba y sorbía sus lágrimas saladas y las notó más amargas que nunca.



Aquel día no hubo consuelo para Ángela. Pero, sin saberlo, algo había cambiado en su pensamiento. Y esa tarde estuvo dibujando castillos de arena. Dibujando al chico de la playa. Dibujando princesas bailando alrededor del castillos encantados y jugando con su hermana, como hacía tiempo que no jugaban.



El resto de semana, bajó todos los días a la playa a hacer castillos, a oler el mar y a pisar la arena fría. Olvidándose de todo lo demás. Siendo ella misma, niña convirtiéndose en mujer. Pero ahora sin prisa, disfrutando cada baile de princesa. Sin saber si lo que vio fue real o producto de su imaginación.


Una imaginación que salió a flote en aquella playa para recordarle que aún quedaban muchos juegos pendientes y muchas más vueltas al sol que dar. Una imaginación que a lo largo de los años nunca la abandonó, porque ella la mantuvo siempre viva.



Deseó muchas veces volver a ver al chico de la playa, pero nunca más lo vio fuera de sus sueños o su recuerdo. Y aunque lo intentó muchas veces, nunca llegó a hacer un castillo tan bonito como el que vio aquel día de invierno.



Unos años después, disfrutando de unos días fríos y tranquilos en la playa, pasó algo que le puso el estómago del revés e hizo que le temblaran hasta las pestañas. 



Su hermana y ella habían salido a caminar con Lía, su perrita. Ángela se había quedado por el paseo y su hermana quiso acercarse a tocar el agua del mar. 



Después de un rato, apareció la pequeña corriendo sin aliento y haciéndole señas a su hermana mayor. Ángela abrió los ojos como platos cuando empezó a entender lo que la niña de sus ojos le estaba diciendo… Había visto al chico del castillo de arena!! 



A Ángela se le saltaron las lágrimas de emoción y abrazó muy fuerte a su hermana. Fue un momento muy especial para ambas, que hicieron suyo para siempre.



Por alguna razón, el chico de la playa aparecía en sus vidas justo en ese momento en el que se sentían perdidas y desubicadas. Sin saber a dónde pertenecían exactamente. 



Y del mismo modo que unos años atrás apareció, para recordarle a Ángela lo importante que es vivir la infancia sin ansia por querer ser mayor, había vuelto ahora para recordárselo a su hermana pequeña. 



- Me ha dicho que te diga que lo has hecho muy bien durante estos años, y que no hace falta que sigas buscándolo, porque cada vez que lo necesites solo tienes que cerrar los ojos y saltar al vacío hasta llegar a tu imaginación. Él estará siempre ahí, en ese rincón mágico donde lo guardaste. 



- Gracias pequeña- dijo Ángela con lágrimas en los ojos. - Ahora sé que siempre ha existido y que siempre existirá. Hay cosas que no tienen explicación, por mucho que queramos buscarla.



Fueron de la mano paseando de vuelta a casa, con los ojos brillantes de ilusión y la sonrisa iluminada. Ahora, compartiendo ese secreto tan especial y mágico, que las unió mucho más para siempre.








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