sábado, 7 de junio de 2014

Sobre el mar de Shanghái



Hay veces que veo datos o curiosidades de lugares, acontecimientos, ciudades y me gustan tanto que empiezo a imaginar y escribir historias a través de ellos.

Me gusta fijarme en los detalles que poca gente presta atención. Como cuando cae una hoja de un árbol, el reflejo del sol en el río, el ruido de la lluvia cuando paseas, gestos de otras personas...

Ya sabéis, mis queridos Nómadas, que imaginar historias es una de las cosas que más me gustan. Y como acostumbro a deciros, la imaginación es mucho más grande de lo que nosotros pensamos. Solo hay que darle alas para que pueda volar...

Lo bonito de leer y escribir es que puedes viajar donde quieras en cualquier momento y a cualquier hora. Da igual que estés en casa tumbado en la cama, en un jardín bajo la sombra de un árbol, en la playa repleta de gente o en una biblioteca silenciosa. Estés donde estés, una vez que te metes en la historia ya has entrado en su magia, y el poder que tiene es que te lleva hasta donde tú quieras llegar.

Por eso amo leer y por supuesto amo y adoro escribir. Hay momentos en los que creo haber visitado lugares en los que ni siquiera he puesto el dedo de un pie. Y eso es lo maravilloso de este mundo tan perfecto entre letras, que te llevan lejos sin moverte. 

Así que espero que disfrutéis esta historia que hoy quiero compartir con vosotros. Y que dejéis volar vuestra imaginación hasta el rincón más remoto que queráis que os lleve... Porque eso, amigos míos, nadie os lo podrá quitar nunca.

Ahora toca disfrutar del fin de semana, y si es entre letras, mucho mejor! Let´s Fly!! ;))



SOBRE EL MAR DE SHANGHÁI

Jim estaba más cerca de los 60 que de los 50 años. Jim pasaba casi todo el día fuera de casa. A Jim le gustaba su trabajo, pero no donde trabajaba. Jim era un hombre romántico y soñador que en algún punto de su vida dejó de serlo. Jim llevaba casado 22 años, 7 meses y 4 días en el momento que vio a su mujer con uno de sus amigos entrando a un hotel. Jim quería a su familia por encima de todo. Jim odiaba trabajar tanto y no haber tenido tiempo para ellos. A Jim no le gustaba haber tenido que contratar una aupair durante muchos años para que cuidase de sus hijos. A Jim le encantaba ver la tele después de trabajar con su gato Mafius en sus piernas.

Jim conoció a Shaona 18 días después de haber visto a su mujer con su amigo.


Shaona era de Shanghái. Shaona era una de esas asiaticas guapas y diferentes. Shaona trabajaba para una empresa de moda buscando nuevas tendencias por todo el mundo. Shaona estaba más cerca de los 30 años que de los 40. Shaona quería creer en el amor pero había guardado su corazón en el congelador. Shaona le ponía pasión a todo cuanto hacía en la vida. Shaona no era como el resto de sus amigas y por ello más de una vez la habían señalado con el dedo. Shaona era valiente y luchaba por lo que quería.

Shaona conoció a Jim estando en Londres en uno de sus viajes por trabajo.

Jim y Shaona pasaron juntos mucho tiempo durante una semana en la que no solo hablaron de negocios. Jim y Shaona sintieron que les faltaba tiempo durante aquellos días entre reuniones, visitas y catálogos. Jim y Shaona se dijeron más cosas con la mirada que hablando. Jim y Shaona se sentían tan atraídos el uno por el otro que no se lo podían creer. Jim y Shaona pasaron juntos 9 noches de las 10 que Shaona estuvo en Londres. Jim y Shaona hablaron de sueños, de ilusiones, de amores de verano, de sentimientos, de aviones de papel, de amaneceres y atardeceres, de caricias, de encuentros y, sobre todo, hablaron sin decirse nada. Jim y Shaona volaron sin levantar los pies del suelo desde el momento que se conocieron.


Por eso Jim, a los 5 días después de que Shaona volviera a Shanghái, compró un billete de avión de ida al mismo destino.


Y vinieron los días juntos en los que se sentían solos entre una multitud que asustaba. Los días de comida rápida y cubiertos envasados al vacío. Los paseos entre rascacielos tan altos que no sabían dónde terminaban. Las puestas de sol en el gran puerto jugando a ser personas de tiempos pasados. Las manos entrelazadas a todas horas y los besos eternos reflejados en las luces de neón. Las excursiones a templos perdidos para que nadie los encontrase. Las noches sin dormir llenas de secretos y esperanza. Las palabras calladas que tanto decían entre ambos. Los viajes a islas llenas de color y budas de la suerte en las que solo existían ellos. Surcar los mares sobre el mar de Shanghái…








Por eso decidieron casarse y empezar de cero. 


Y fueron felices durante muchos años, más de lo que ellos pensaron. Por supuesto hubo problemas. Mucha gente en contra, acusaciones, enfrentamientos, habladurías, malas miradas… 


Pero fueron superando cada muralla con éxito durante mucho tiempo. Quizá algún dragón chino les dio fuerza y protección en cada momento. Por lo menos, a ellos les gustaba pensar así. Que durante todos aquellos viajes y aventuras consiguieron poderes de cada lugar. Y eso los hizo invencibles.

Por eso, cuando Jim murió después de muchos años de felicidad, y orgulloso de él mismo por haber sido valiente y comprar aquel billete sin vuelta que le devolvió la vida, Shaona se encargó de esparcir sus cenizas sobre el mar de Shanghái que tanta vida les dio.


Y aunque no fue fácil para ella seguir sin él, su compañero, amigo, amante, eterno siempre en su recuerdo... No dejó de soñar con los ojos abiertos ni un día, cumpliendo promesas aún dormidas.

Surcando mares y deseos, desde entonces, con el corazón despierto.






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