Hay veces que pienso en las metas que me he ido poniendo a lo largo de la vida. En las cosas que he podido hacer y en las que no. En lo que me gustaría llegar a ser. El final del año está aquí, y a todos nos suele dar por hacer balance y pensar en los propósitos que nos marcamos. Este 2015 no ha sido uno de mis mejores años, y aunque he cumplido sueños que jamás pensé que conseguiría, los acontecimientos tristes y desafortunados han sido, por desgracia, los protagonistas...
Menos mal que este último mes el año me ha dado una tregua y se ha portado muy bien conmigo. Unas maravillosas e inolvidables vacaciones en Nueva York y terminar el año en casa rodeada de la familia y las amistades de siempre están reinando este diciembre.
Hay veces, mis queridos nómadas, que tomarse un descanso viene muy bien para volver con más fuerza, más ganas y nuevas historias... Es cierto que este mes me habría encantado tener tiempo para sentarme y escribir tranquilamente delante del ordenador. Pero creo que me ha venido genial esta desconexión.
Estar fuera, visitar lugares nuevos y no pensar en nada más aparte de pasármelo bien me ha ayudado mucho y vengo con las pilas cargadas al máximo y con muchos versos e historias que compartir con vosotros. En estas fechas tan especiales y señaladas, no podía faltar algo navideño en Nómadas en la noche. Me encanta la Navidad y estar en Elche en estas fechas es un regalo. Hoy me apetecía sentarme y reunirme con vosotros con un cuento que he escrito en estos días. Ya me picaba el gusanillo de escribir aquí y tenía que felicitar las fiestas como es debido y despedirme del 2015 para dar la bienvenida al 2016 como mejor sé: con las letras. Porque escribir es la luz de mi vida, y sin vosotros nada de esto sería posible. Gracias infinitas por estar ahí siempre y llenarme de felicidad día tras día...
Espero al 2016 con los brazos abiertos, con ganas, con ilusión, con cambios, con nuevos proyectos, con emoción y con una sonrisa muy grande por todo lo bonito que me espera :))
Os deseo una feliz entrada a este nuevo año... Disfrutar los últimos momentos del 2015 con lo que más felices os haga y con las personas que hacen que cada momento cuente. Besos y abrazos infinitos en la distancia a todos y todas los que estáis ahí al otro lado... ¿Estáis preparados para alzar el vuelo nómada de este nuevo año? Let´s fly... ¡¡FELIZ 2016!!
Os deseo una feliz entrada a este nuevo año... Disfrutar los últimos momentos del 2015 con lo que más felices os haga y con las personas que hacen que cada momento cuente. Besos y abrazos infinitos en la distancia a todos y todas los que estáis ahí al otro lado... ¿Estáis preparados para alzar el vuelo nómada de este nuevo año? Let´s fly... ¡¡FELIZ 2016!!
LA LUZ DE MI VIDA
Eran las primeras navidades sin Michael y Rosemary aún no se hacía a la idea de que ya no lo volvería a ver. Toda una vida juntos compartiendo la aventura del día a día era demasiado para seguir adelante. Se había ido antes de lo que hubiera imaginado y le costaba aceptar la situación actual.
Vivían en un pequeño pueblo de Kansas. Él fue su primer amor... Allí compartieron sus primeros besos. Sus primeros sueños. Sus ilusiones y secretos. Lo eran todo el uno para el otro. Los recuerdos bailaban en su cabeza como si de un sueño se tratara, pero todo había sido real. El pueblo donde vivían no tenía ningún lujo y aunque nunca les había faltado nada, Rosemary siempre soñaba con viajar y conocer otras ciudades. Le encantaba leer y por las noches siempre le contaba muchas historias a su marido.
Michael se había dedicado toda la vida a cultivar trigo en sus tierras y cuidar sus campos de girasoles. Con el paso del tiempo construyeron su propia granja. El queso y la leche que producían eran muy buenos y surtían a todo el pueblo con ello. Terminaban cansados pero siempre habían sido felices y nunca les había faltado de nada.
Les encantaba salir al porche de su casa y ver los girasoles, la luz que irradiaban no era comparable a nada. Michael siempre le traía uno cada día y se lo dejaba sobre la cama con mucho mimo, para que siempre sintiera la luz del sol. Por mucho tiempo que pasara, era un gesto que no dejó de hacer ni un solo día mientras pudo y a Rosemary siempre se le iluminaba la sonrisa y le brillaban los ojos.
Cuando sus hijos crecieron se fueron ocupando del negocio familiar junto a otros empleados y con el tiempo les fue bien para poder vivir holgadamente.
Muchos de sus sueños se quedaron en en el tintero sin ser escritos y Rosemary deseaba con todas sus fuerzas hacer uno de ellos realidad. A ella y a Michael les encantaba disfrutar de los atardeceres. Ver cómo el sol rojo desaparecía iluminando los campos de trigo y las hileras de girasoles. Ese momento en el que el día se convertía en noche, donde el brillo se perdía en la oscuridad y comenzaban a reinar las estrellas. Muchas veces imaginaban cómo sería ese momento en la gran ciudad. Rodeados de luces, de edificios, de ruidos, de susurros, de sirenas...
Sin decir nada a nadie compró un billete de avión a Nueva York. Cuando sus hijos se enteraron quisieron acompañarla, pero era algo que tenía que hacer ella sola.
Se vio con su pequeña maleta de piel marrón oscura. Tenía muchos años, era de esas que se cerraba con unas pequeñas correas a cada lado. Estaba desgastada, pero también era parte de su encanto. Le pareció surrealista verse allí, en ese avión gigante lleno de jóvenes, de ejecutivos, de parejas llenas de ilusión... Quiso adivinar qué pensarían al verla a ella allí sola, siempre le gustó imaginar la vida de otras personas. Respiró hondo intentando calmar sus nervios y dejarse llevar con el vuelo.
El aterrizaje llegó sin sobresaltos y una sonrisa nostálgica se dibujó en su cara. Como si tuviera que haber hecho aquello muchos años atrás... Se bajó hecha un manojo de nervios, no podía creer donde estaba. Sin demora cogió un taxi, tal y como había visto en las películas miles de veces o como había leído en muchos de sus libros favoritos. Las lágrimas acariciaban sus mejillas y un mar de emociones navegaba en su interior.
Tráfico, sirenas, una radio en la que sonaban canciones navideñas y un horizonte plagado de edificios. El trayecto hasta el hotel se le pasó en un suspiro. Nunca le gustaron las prisas y le hacía gracia ver a todas esas personas desvividas por llegar a un sitio y a otro. Ella tenía claro a donde quería ir. Después de dejar su pequeño equipaje y recomponerse del viaje no esperó ni un segundo más y se puso en marcha. Empezó a andar respirando el ambiente, bailando con la música de la ciudad y admirando aquellos gigantes de acero y cristal.
Quería hacer el recorrido tal y como había imaginado miles de veces. Después de callejear anonadada disfrutando cada pequeño detalle, cogió Broadway y se dirigió hacia la luz. Todo era increíble, impresionante y en cada paso encontraba algo nuevo por descubrir y admirar con la cara de asombro de una niña pequeña que esta mirando todo por primera vez.
De pronto se vio allí, donde el día siempre es día, porque la noche nunca se aprecia. Donde hay una persona en cada rincón. Donde todo el mundo quiere robar momentos al tiempo capturándolos detrás de su cámara... Y se sintió pequeña. Muy pequeña.
Rosmary daba vueltas sobre sí misma mirando hacia arriba, creyendo que aquello no podía ser real, sino que formaba parte de un decorado que tarde o temprano iba a desaparecer.
Las escaleras rojas estaban al final, se dirigió a ellas arrastrada por la multitud y subió un escalón tras otro hasta que encontró un hueco donde sentarse. La emoción habitaba en sus ojos y resbalaba en forma de lágrimas por su rostro. Una luz tras otra se quedaba grabada en sus retinas y sintió que estaba en el centro del mundo.
Miró al cielo, ese que ella tan bien conocía lleno de estrellas y en el cual solo encontró luces de ciudad... "desde luego esto no es Kansas", pensaba una y otra vez.
En ese instante dejó de escuchar todo, congeló el instante, lo enmarco en su memoria, cerró los ojos y respiró. Se quedó así un buen rato y una sonrisa la iluminó. Lo único que podía ver era el brillo de los ojos de Michael con el reflejo de los campos de girasoles. Él fue y siempre sería la única luz de su vida.
FIN