jueves, 7 de mayo de 2015

Alzar el vuelo...

Hay veces que nos pasan cosas inesperadas e impredecibles... Cosas que podrían fácilmente formar parte de cualquier historia. 

Como ya sabéis, mis queridos Nómadas, cualquier cosa me sirve de inspiración. El otro día, no sé si por casualidad o por cosas del destino, me pasó una algo que me hizo mucha gracia y que me resultó muy curioso. Por suerte, terminó con final feliz.

Enseguida pensé que tenía que escribir acerca de ello, y como hacía mucho que no escribía ningún cuento, me pareció una bonita historia para contarla de tal manera y compartirla aquí con vosotros. 

El tiempo pasa deprisa y ya solo queda una semana para estar de nuevo en casa, en mi bonito Oasis Mediterráneo y presentar mi primer libro A un B(v)E(r)SO de distancia.
Todo está prácticamente listo. Estoy disfrutando cada detalle, cada momento, cada cosa que llega, cada cartel que pegan en Elche...
Y pronto, muy pronto, podré daros detalles sobre la presentación en Madrid.

Estoy viviendo un sueño hecho realidad y tengo unas ganas infinitas de poder compartir toda esta felicidad, emoción e ilusión con todos vosotros, que siempre estáis ahí.

Ya es jueves, queda nada para que finalice la semana y un fin de semana soleado nos espera a la vuelta de la esquina para disfrutarlo al máximo.

La inocencia, por desgracia, la vamos perdiendo con el paso de los años... Pero yo os quería pedir que nunca perdáis la ilusión, los sueños y la esperanza de poder hacerlos realidad... Eso es algo que siempre podremos llevar con nosotros y que nadie puede quitarnos. Como ya he dicho alguna vez...

"Nunca se es demasiado mayor para ser un niño"
Let´s imagine, let´s dream!!




ALZAR EL VUELO 

No sabía exactamente cuanto tiempo llevaba en aquel nido entre los tejados de Madrid. Pero ese día al despertar, se sintió capaz de dar el salto más importante de su vida. Sabía que cuando eso pasara ya no habría marcha atrás y eso le hacía sentir algo de miedo...
En poco tiempo haría frío y la idea de morir entre aquellas ramas también le inquietaba. A la vez sentía pena por abandonar la que había sido su casa durante aquellos días.

Cuando saltase y abriera sus alas, el aire y el cielo serían su hogar durante los próximos nueve meses... Dormiría entre las estrellas y comería entre las nubes. Por otro lado, pensándolo bien, era como un sueño y parecía que su vida escondía algo de magia.
Pero tenía tantas preguntas que no sabía como frenarlas y se le amontonaban una encima de otra en su cabecita.

Se levantó sobre sus diminutas patitas y sin darse cuenta supo que la decisión ya estaba tomada. Se asomó sin querer mirar demasiado los cinco pisos sobre los que se encontraba. Y así, sin más, desplegó sus largas y preciosas alas y alzó el vuelo como si lo hubiese hecho miles de veces anteriormente. Pronto empezó a subir, más y más alto... Acariciaba la brisa y sentía el viento en cada una de sus plumas.
Sabía que tenía que ir al sur. Pronto empezó a ver más pájaros como ella, todos volaban en la misma dirección. África le esperaba; Tanzania, Kenia, Zanzíbar, el lago Victoria... Pasarían todo el invierno sobrevolando aquellos parajes llenos de aventuras hasta poder emprender su viaje de vuelta a Madrid.



Mas de nueve mil kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. No podría volver a parar hasta su regreso. Para entonces, sería ella la que haría un nido para tener a sus propios pequeños.

El cálido ambiente africano era perfecto para poder pasar aquellos meses fríos de invierno. Todo era nuevo para ella y disfrutaba cada cosa y cada detalle  que se encontraba.
Conforme pasaban los días se dio cuenta que todas esas preguntas, que durante tanto tiempo le habían preocupado, se iban volando con el viento. 

Los meses pasaron rápido, más de lo que nunca podía imaginar. Antes de darse cuenta llegó febrero y la hora de emprender su camino de vuelta. Pronto volvería a pasear sobre los bonitos tejados de Madrid que tanto le gustaban. Creía recordar el lugar donde había pasado sus primeros meses de vida y quería buscar un sitio cerca de éste.

Cuando llegó a la Península Ibérica, pasados unos tres meses de vuelo, la primavera había dejado la ciudad vestida de luz y color y todo estaba precioso.  Pronto llegó al centro, su parte favorita, donde se había criado. Quería ubicarse en un lugar seguro y tranquilo. Vio un patio interior cerca de una iglesia y le pareció el sitio perfecto para acampar. Pero algo le sobresaltó. Las campanas empezaron a sonar y justo cuando iba a engancharse en lo alto de la pared perdió el equilibro y cayó...

***

Cuando se quiso dar cuenta estaba aturdida, con las alas abiertas y sin poder moverse. No sabía donde estaba y veía el cielo demasiado lejos. Sin altura no podría volver a echar a volar. Se quedó quieta e intentó mirar si había peligro a su alrededor. Alguien cerca de ella se había sobresaltado por su caída y la observaba quieta y con curiosidad. Era una niña. Suerte que la puerta del patio estaba abierta, de haber estado cerrada habría chocado contra la puerta de cristal. Prefirió no pensar en ello. La niña se agachó para ver si estaba bien. La acarició despacito y volvió a incorporarse. Ella intentaba mantener la calma pero le resultaba difícil. Estaba asustada, se sentía aturdida y lo peor de todo, no sabía como iba a poder salir de allí.

La niña se le volvió a acercar y ella salió rápidamente hacia un rincón del patio. Se quiso esconder detrás de un cubo, esperando que así se le ocurriese algo mientras tanto. De repente vio a la niña encima de ella otra vez y le dejó algo muy cerquita. Era un pequeño recipiente con agua. Se sintió aliviada. Podría haber sido mucho peor. La niña dejó caer unas gotas encima de ella y desapareció de nuevo. Pudo beber e ir recobrando la orientación y el aliento.

Pasó un tiempo sin que nadie apareciera por allí... Quizá sí fuese el final y no pudiera hacer nada al respecto. Cuando ya se sentía mejor intentó alzar el vuelo varias veces, correteaba de un lado a otro del pequeño patio, pero no sirvió de nada... Se sentía triste y cansada y ya no tenía ningún tipo de esperanza. 

Pero entonces pasó algo. Alguien abrió la puerta del patio. Ella estaba escondida en un rincón diferente. Sabía que la estaban buscando. Esta vez pudo ver a la niña acompañada por un chico que se disponía a cogerla. Aleteaba intentando esquivar las manos que querían atraparla. Hasta que al final no pudo hacer nada, la cogieron y la metieron en una caja llena de agujeros. No sabía a dónde la llevaban... Miles de pensamientos pasaban por su cabeza y una tristeza inmensa se apoderaba de ella. 

Las manos volvieron a buscarla. Se quedó quieta. Y de pronto vio luz, mucha luz. Estaban en lo alto de algo. Si, en lo alto de una azotea. Podía ver la cúpula de la iglesia desde allí. Y los tejados que tanto le gustaban. Podía sentir el aire. Y por un segundo, disfrutó de estar entre aquellas manos que la acariciaban. La habían salvado y tenía una segunda oportunidad. El miedo desapareció. La tristeza se evaporó. Y si pudiera sonreír tendría la mayor sonrisa del mundo. Se dio cuenta de la gran suerte que había tenido y de que aun quedaba gente buena en el mundo con las ganas de querer ayudar a un pequeño vencejo como ella. Ahora ya nunca volvería a perder la esperanza por nada.

Las manos se levantaron y notó como cogían impulso hacía arriba a la vez que la soltaban... Sus alas se desplegaron y escuchó los gritos de emoción y felicidad de la niña y el chico. Entonces pudo volver a sentir el aire mientras caía, para unos instantes después conseguir alzar el vuelo de nuevo... Su vida no había terminado, al contrario, no había hecho más que volver a empezar.


FIN 

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