Hay veces que me pongo a pensar en Navidades pasadas, en todas las que recuerdo... Me acuerdo de aquella que vinieron los Reyes Magos a mi casa y me regalaron mi casita de muñecas de madera con el techo rojo. De aquella que mi hermana lloró porque pensaba que solo nos habían traído carbón de azúcar. De todas las Navidades que pasamos en el campo con toda la familia... Cuando eres pequeño estas fiestas siempre son especiales, no se puede esconder esa luz en la mirada llena de ilusión, emoción y sueños. Esos nervios que te hacen sonreír sin darte cuenta y no te dejan dormir...
Después, con el paso de los años, he tenido la suerte de nunca perder esa ilusión. Porque a pesar del tiempo pasado, de convertirme en adulta, de los seres queridos que ya no están, de no poder estar con la familia por circunstancias de la vida... Nunca he perdido ese amor por la Navidad, y a estas alturas no creo que lo pierda nunca.
El año pasado y el anterior fueron años diferentes, de estar a miles de kilómetros de distancia lejos de casa... Aun así, conseguimos que fuesen unas Navidades bonitas con la familia que elegimos, esa gente bonita que se va uniendo a la vida a lo largo del camino.
Este, en cambio, aunque no estaré en Navidad ni Nochevieja en mi Elche bonito, sé que van a ser unas fiestas muyyyyy especiales y bonitas. Y me moría de ganas por vivirlas.
Esta época del año, mis queridos Nómadas, siempre ha sido y será un momento maravilloso para decir lo que se siente, para agradecer lo que nunca se agradece, para los buenos deseos, para abrazar a los que están lejos, para que la ilusión y la magia entren en nuestro espíritu y se queden con nosotros.
Yo quiero aprovechar para agradeceros, una vez más, que me leáis cada día, vuestros comentarios haciéndome saber cuanto os gusta lo que escribo, a los y las que nunca me falláis y me apoyáis en cada poesía o relato que escribo, a todos y todas los que os habéis interesado por Versos Nómadas, a mi familia y a Jose por ilusionarse conmigo y vivir todo como si les pasase a ellos... Porque los sueños están para eso, para hacerlos realidad, para cumplirlos y vivirlos, para disfrutarlos y abrazarlos.
Hoy no podía ser de otra manera y quería compartir con vosotros un relato navideño, un cuento lleno de ilusión que escribí hace poquito... Espero que os guste y lo compartáis con los pequeños de la casa y con los mayores también!! :))
¡¡No puedo estar más feliz y agradecida!! Sin más... ¡¡OS MANDO MILES DE BESOS Y ABRAZOS Y OS DESEO UNA GENIAL NOCHE BUENA Y UNA FELIZ NAVIDAD!!
AL OTRO LADO
Hacía años que no nevaba en Navidad. Pero aquella mañana fría, de un diciembre diferente, la ciudad quedó cubierta de blanco.
Todo estaba preparado. Podía ver el gran árbol desde mi puesto de trabajo. Me gustaban los colores de este año, rojos y verdes. Al fin y al cabo, los clásicos siempre eran un acierto.
Las calles se llenaban de villancicos y la gente parecía bailar sobre las aceras. La mirada de los niños no sabía a dónde dirigirse y miles de luces de colores se perdían en sus sonrisas.
Un Papá Noël tocaba una campana y daba caramelos con su mejor “Ho, Ho, Hooo”, el puesto de castañas asadas y mazorcas de maíz estaba a la vuelta de la esquina, el bullicioso mercadillo Navideño estaba abarrotado y la gente se probaba los adornos para nochevieja…
Un grupo de jóvenes disfrazados riendo y abrazándose, ocultaban en bolsas adornadas con purpurinas diferentes regalos.
Yo esperaba en silencio, como siempre, observando cada detalle. Me habían puesto más cerca del río y más lejos de la lavandera. Los Reyes en camino y el Niño recién nacido.
Tres, dos, uno… El Belén estaba listo. Otro año pasarían miles de miradas ante mis ojos...
al otro lado.