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viernes, 11 de abril de 2014

Cometas

Hay veces que conocemos a personas en un momento equivocado de nuestra vida... Al igual que también vivimos momentos o situaciones que nos llegan cuando no nos tienen que llegar.


Después, si dejamos escapar a esas personas o esos momentos, pensamos que hemos desaprovechado nuestra oportunidad y que posiblemente ya no volvamos a tenerla otra vez.

Pero ¿sabéis qué, mis queridos nómadas? Yo pienso que cuando algo tiene que pasar, pasará. Puede que haya veces que la vida ponga en nuestro camino oportunidades en el momento inapropiado, pero... ¿y si más tarde surgen otras mejores?

Lo mismo pasa en cuanto a las personas... Podemos encontrarnos con alguien en un punto de nuestro camino que no sea el mejor para ninguno de los dos.

Pero la vida da muchas vueltas... Y quién sabe qué puede pasar en unos días, unos meses o incluso unos años después?

El destino y nuestros pasos son muy caprichosos. Y hay veces que hay que pasarlo mal para que después vengan cosas muy buenas.

Por el tiempo, el destiempo y las segundas oportunidades.
Por todas esas personas que saben esperar y encontrar el momento adecuado para hacer los sueños realidad... 

Aquí os dejo Cometas, para que soñéis alto y libre siempre.

Buenas noches y feliz fin de semana a todos. Let´s fly... Let´s dream!


COMETAS

Cuando hablaba con él era como si el tiempo no pasara. Y me gustaba. Esa rara sensación de angustia y emoción a la vez quedaba atrapada en el tiempo.

Hacía mucho que no lo veía, quizá demasiado. Pero no importaba. Y aunque no solo rondaban por mi cabeza buenos momentos, los malos se perdían entre sonrisas y pensamientos tan dulces como el algodón de azúcar.

El destiempo fue protagonista de un encuentro equivocado que nos robó tiempo. Y nos vimos arrastrados por un torbellino de emociones que no podíamos controlar.
Encuentros esporádicos, citas clandestinas, llamadas hasta el amanecer y rosas rojas… Todo vino solo.
Nuestro punto de encuentro eran nuestros sueños, dormidos y despiertos. Que volaban alto y libres como las cometas en las tardes de verano.

Pero como en cualquier torbellino, todo saltó por los aires y no supimos donde agarrarnos, cayendo a un vacío demasiado lleno.
Lleno de obligaciones, compromisos, mentiras, malas lenguas, cartas llenas de amor y muchas noches en vela.

Así que nos escondimos en el tiempo, desafiando al destiempo. Porque quién sabe… Quizá funcionase.

Empezó a pasar algo mientras esperaba... era mi vida, que seguía un camino diferente al que mi mente quería hacer.

Sin saber que el destino tenía guardada una última carta a nuestro favor. Porque sí, me gusta llamarle destino, me gusta pensar que el libro de la vida está escrito. Y todo lo que tiene que pasar, llegará cuando sea el momento.

Y me veo aquí, esperando la llamada. Todo o nada. Porque es el momento de jugar, de jugar de verdad. De hacer lo que mejor nos sale, que es querernos. De empezar a hacer que los días cuenten y las cometas vuelen para siempre alto, muy alto.

Y la llamada llega. Y tiene que ser todo.

Quedamos en el lago, nuestro sitio, con un atardecer eterno acompañándonos.
Llego antes, como siempre, porque me gusta esa sensación de nervios durante la espera.
Enredo mi pelo en el dedo índice mientras contemplo aquel momento y lo guardo bajo llave en el recuerdo.

Y lo veo llegar, podría correr hacía él. Pero espero. No me anticipo.
Nos quedamos uno enfrente del otro, mirándonos, sonriendo. Tú y yo. 
Y empiezo a pensar que la vida es un poco un sueño. Y que finalmente, lo hago realidad.

Deseo que nada vuelva a ser como antes, porque el ahora nunca había sido mejor.



Imagen: pintura de David Brenes

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